Un día, un experto en la ley judía vino a Jesús. Él quería mostrar a todos que Jesús estaba enseñando mal. Entonces él dijo: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús respondió: “¿Qué está escrito en la ley de Dios?”
El hombre dijo: “Esto dice, Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, fuerza y mente. Y ama a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús respondió: “¡Estás en lo correcto! Si haces esto, tendrás vida eterna”.
Pero el experto en la ley quería mostrar a las personas que su manera de vivir era correcta. Entonces él le preguntó a Jesús, “Entonces bien, ¿quién es mi prójimo?”
Jesús respondió al experto en la ley contándole una historia. “Había un hombre judío que estaba viajando a través del camino desde Jerusalén a Jericó”.
“Poco después de eso, un sacerdote judío descendió por ese mismo camino. Este sacerdote vio al hombre tirado. Cuando lo vio, se movió hacia el otro lado del camino y continuó. Él ignoró completamente a ese hombre”.
“No mucho después de eso, un levita vino por el camino (los levitas eran una tribu de judíos que ayudaban a los sacerdotes en el templo). El levita también cruzó hacia el otro lado del camino. Él también ignoró a ese hombre”.
“La siguiente persona que descendió por ese camino era un hombre de Samaria (samaritanos y judíos se odiaban unos a otros). El samaritano vio al hombre en el camino. Él vio que era judío, pero aún así tuvo una muy fuerte compasión por él. Entonces fue hacia él y vendó sus heridas”.
“Al día siguiente, el samaritano necesitó continuar su viaje. Él le dio algo de dinero a la persona encargada de la posada. Él le dijo: ‘Cuida de este hombre. Si gastas más dinero que esto, te repondré esos gastos cuando vuelva’”.
Luego Jesús preguntó al experto en la ley: “¿Qué piensas? ¿Cuál de los tres hombres fue un prójimo para el hombre que fue asaltado y golpeado?”. Él respondió: “El único que fue misericordioso con él”. Jesús le dijo: “Ve y haz lo mismo”.