Después que dejé Jerusalén, fuí a las regiones de Siria y Cilicia. En esos tiempos creyentes de las congregacciones Cristianas que estaban en la provincia de Judea todavía no me habían visto. Solo oyeron a otros decir, "Pablo, el que en el pasado estaba haciendo cosas violentas a nosotros, ¡ahora proclama las mismas buenas noticias que nosotros creemos y que él estaba tratando de parar!" Así que siguieron alabando a Dios por lo que me había pasado a mí.