Entonces el carcelero se despertó. Vio que las puertas de la prisión estaban abiertas. Pensó que todos los prisioneros habían escapado. Tenía miedo de que las autoridades romanas lo mataran por dejarlos ir, ¡así que se preparó para suicidarse! Pero Pablo lo vio y gritó: "¡Detente! No te hagas daño. Todos estamos aquí".