Este hombre corrió hacia Jesús y se arrodilló ante Él. Entonces Jesús le habló al demonio que estaba dentro del hombre y le dijo: “¡Sal de este hombre!”
El demonio gritó a gran voz: “¿Qué quieres conmigo, Jesús, Hijo del Altísimo? ¡Por favor, no me tortures!” Entonces Jesús le preguntó al demonio: “¿Cuál es tu nombre?” Y él respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. (Una “legión” era un grupo de miles de soldados en el ejército romano).
Los demonios rogaron a Jesús: “¡Por favor, no nos eches fuera de esta región!” Había una manada de cerdos que se alimentaban en una colina cercana. Así que los demonios rogaron a Jesús: “¡Por favor, en cambio, envíanos adentro de los cerdos!” Jesús les dijo: “¡Está bien, entren en los cerdos!”
Entonces los demonios salieron de aquel hombre y entraron en los cerdos. Los cerdos corrieron cuesta abajo en un despeñadero hacia el lago y se ahogaron. Había alrededor de 2.000 cerdos en la manada.
Había personas cuidando de esos cerdos. Cuando ellos vieron lo sucedido, corrieron hacia el pueblo y allí les dijeron a todos lo que Jesús había hecho. La gente del pueblo vino y vio al hombre que solía tener demonios, el cual estaba sentado y calmado, vestido y actuando como una persona normal.
La gente tuvo mucho temor y le pidieron a Jesús que se fuera. Entonces Jesús entró en el bote. El hombre, que solía tener demonios, le rogó a Jesús que lo dejara ir con Él.
Pero Jesús le dijo: “No. Quiero que vayas a tu casa y le cuentes a todos lo que Dios ha hecho en ti. Diles a todos como Él ha tenido misericordia de ti”.
Jesús regresó al otro lado del lago. Después que llegó allí, una gran multitud lo rodeó y se
le acercó demasiado. Entre la multitud había una mujer que había sufrido de un problema de sangrado por veinte años. Ella había dado todo su dinero a doctores para que la sanaran, pero ella solo se ponía peor.
Ella había oído que Jesús había sanado a muchos enfermos y pensó: “Estoy segura que si solo toco la ropa de Jesús, ¡seré sana también!” Así que ella vino por detrás de Jesús y tocó su ropa. Tan pronto como le tocó, ¡el sangrado se detuvo!
Inmediatamente, Jesús se dio cuenta que había salido poder de Él. Entonces Él se volteó y preguntó: “¿Quién me ha tocado?”, a lo que los discípulos respondieron: “Hay mucha gente amontonándose a tu alrededor y empujándote. ¿Por qué preguntas, ‘quién me ha tocado’?”
La mujer cayó sobre sus rodillas ante Jesús, temblando y con mucho temor. Entonces ella le dijo lo que había hecho y que había sido sanada. Jesús le dijo: “Tu fe te ha sanado. Vete en paz”.